domingo, 20 de mayo de 2007

300

David González


Mi conexión a Internet, y esos programas como Emule o Ares (sin pretender hacer apología de la piratería casera, aún), permitieron calmar parte del activo aburrimiento que causan esos días de cansancio, y realizar una de mis actividades favoritas, ver películas, aun precio excelente, gratis.
Elegí “300”, simplemente por el ridículo motivo de ser esa película de la que todo el mundo habla.

Una vez adaptados mis sentidos a los problemas de sonido e imagen que suponen ver una película cuando está aún en el cine, (no sin dejar de preguntarme si había merecido la pena ahorrarse los 5 euros de la entrada), me dispuse a ver la batalla de las Termópilas, con una duda en el aire: ver si cumple con las expectativas creadas por mí mismo alrededor de este film.

Anteponiendo la exaltación de unos desbordados principios y orgullo espartanos al mismísimo sentido común o la lógica, Leonidas (rey de Esparta), acompañado de su ejército, emprende un viaje al norte con el fin de derribar el imperio persa y acabar con el emperador Xerxes y su séquito. Un pequeño inconveniente les acompañará: tan sólo cuentan con trecientos hombres, únicamente armados con su escudo y su lanza, lo cual hace que el propósito a conseguir no pase de ser una utopía. Esa diferencia numérica la trataran de solventar y compensar en el punto estratégico que constituye el Paso de las Termópilas, punto clave de la película, donde Esparta se defenderá y preparará sus ataques. A partir de ahí, como se suele decir, la acción está servida.

Zack Snyder dirige de manera formidable una película que se recordará más por el gran despliegue de efectos especiales que se dan en ella que por su argumento, réplica exacta (dicen los entendidos) del cómic de Frank Miller en el que se basa. Gerald Butler encabeza un gran reparto interpretativo, que, acompañado de esos increíbles e idescriptibles escenarios, hacen llegar a recordar en contadas ocasiones al mismísimo “Gladiador” (palabras mayores para un servidor)
Como puntos débiles, si acaso ese aire de heroicismo americano mezclado con grandes dosis de surrealismo que ambienta todo el largometraje, alejánodolo, en cierto modo, de los verdaderos intereses políticos y económicos de la época, alejándolo de la antigua Grecia, arriesgado propósito del director, empeñado en la búsqueda de la épica y las escenas de bella plasticidad, más que en un complicado argumento que pueda desmontar y echar abajo todos esos efectos especiales (batallas a cámara lenta, monstruos, escenarios, etc.) citados anteriormente.

Tal vez el hecho de haber visto tantas películas malas en el último mes, acelera mi manera de juzgar el film, y exagera mi concepción de calidad cinematográfica al ver “300” como una muy buena película. Invito a que la vean y juzguen por sí mismos.

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