domingo, 20 de mayo de 2007
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jueves, 3 de mayo de 2007
La Crítica Del Videoclub
Gregorio J. Fernández
Los domingos de lluvia y esa conciencia, que aun no ha empezado ha presionar con la eficaz arma de la cuenta atrás del calendario, otorgan al aburrido irresponsable unas horas para descubrir la línea en el asfalto por la que nuevos creadores de cine español están dirigiendo sus películas para la abandonada y vieja pantalla.
El cine de autor autorizado.
“El camino de los ingleses” de Antonio Banderas.
El recuerdo de los primeros pasos del surrealismo español asoma su afilada nariz vanguardista en forma de chispeo ante un argumento simple, a la vez que susceptible de contenidos subjetivos, filosóficos e, incluso, poéticos.
Antonio Banderas, cuya edad le recuerda que no volverá a ser el zorro saltimbanqui de sus años de gloria, ha demostrado que también sabe hacer cine. Es posible que los ocupantes de butaca estén ante el comienzo del legado cinematográfico de un maestro o, quizás, sólo hayan presenciado un único intento de una persona cargada de retos personales.
La juventud es la auténtica protagonista de una historia de telenovela ambientada en los lluviosos veranos de la Andalucía occidental. La pasión por la propia pasión lleva a un grupo de jóvenes a unir sus complicadas vidas en una sola. El amor al grupo, junto con los amores individuales atrapan los momentos más románticos de la poesía y el arte.
Dicha juventud ficticia ha dado a conocer en la gran pantalla a actores que nacieron y quedaron asentados en las series televisivas. Alberto Amarilla, María Ruiz, Raúl Arévalo, Félix Gómez y Fran Perea entre otros, son los principales actores de esta película.
La tristeza es tratada con mesura sin llegar a sobrepasar los límites de la tragedia. Sin embargo, la fantasía de una realidad poco creíble se une con el deseo de su creador de culminar con la típica imagen del poeta que pierde y se lamenta. La fotografía describe al detalle todo ese sentir amargo combinado con la nostalgia de los amores de verano y de los sueños que quedan tras las tormentas.
Si el espectador pretende ver la película con guión predecible y sensibilidad sensacionalista, ahórrese la entrada; si lo que busca es la sorpresa del arte, adelante. Y si la duda aun puede asomar por su cabecita, sepa que no es arriesgado visualizar de vez en cuando una peli de autor, y menos si ese autor es un personaje autorizado a tener una oportunidad.